Quintay

«Esta entrada, es para la persona que me enseño a emprender, mi padre».

Desde Isla Negra, nos hemos planteado ir a Quintay a comer, por recomendación de una amiga, Carla.

Quintay, tampoco aparece en nuestro GPS por el mismo motivo que Isla Negra y preguntamos a todos como llegar.

AL final nos mandan por el Algarrobo y San Alfonso del Mar, una urbanizacion espectacular pegada al pueblo que en realidad no pega ni con cola en una zona tan rural. En Europa con las leyes de costa lo tendrian dificil. Tiene el honor de tener la piscina de agua marina mas grande del mundo con barcos, playas, etc…

escuela rural

Luego vamos siguiendo la costa y pasamos por zonas rurales increiblemente bellas, alguna escuela rural con las carencias que eso con lleva, y tras perdernos varias veces y pasar un vado de agua de mar ( como suena), encontramos a un paisano que nos redirige correctamente, nos saca de nuestro viaje a ninguna parte, y acaba por ponernos en la carretera correcta.

Resulta que hay una carretera directa desde la ruta 68 ( santiago – Valpo) hasta Quintay. Pero nosotros viajamos por una carretera infinitamente peor pero disfrutando de una aventura de viaje increible.

Bajar hasta Quintay no es facil curvas muy peliagudas y serias que requieren atención.

Pero esto hace que el premio merezca mas la pena, cuando llegas ves varios parking que te recomiendan dejar el coche arriba y no bajar hasta la playa y la caleta. Pero como somos cabezones bajamos al fondo del todo, al lado del mar y ZAS; un sitio en el parking, de nuevo el señor es generoso conmigo.

La zona es maravillosa, una caleta de pescadores rodeada de pequeñas terrazas en las que comer pescado fresco y rico junto al oceano Pacifico, el paisaje es sobrecogedor.

Hay varios clubes de buceo que hacen salidas periodicas y cursos aun en invierno, tengo claro que volveremos a hacer uno, el bautismo cuesta sobre los 40 lucas.

Además el paseo por la orilla del mar, entre las rocas rodeados de paz, de gaviotas y de pelicanos, y de un precioso atardecer, nos lleva hasta la antigua estación ballenera de Quintay, abandonada, y que hoy se puede visitar previo pago de 500 pesos. Como atracción no merece la pena, las exposiciones son pobres, y solo la imaginación y las fotos antiguas que te indican que en esa plataforma de cemento había ballenas enteras para descuartizar, te meten en la historia y te hacen implicarte, el resto es obviable.

Pero lo mejor es la subida al faro de radiocomunicaciones sobre la estación ballenera y que nos deja unas vistas que fascinan. Que paz, que tranquilidad, que vistas, que atardecer, se te quitan las ganas de volver a la vida real en Santiago, pero la luz huye y hay que volver.

Un poco de Rod steward acompaña los últimos rayos de sol hasta la 68 y desde allí a Santiago.

Una visita para repetir muchas, muchas veces sin cansarte de ella, magnifico lugar para una excursion, bucear, o solo comer.

Kifaru